Desde que tengo uso de razón, recuerdo mi problemática con las alergias, las bronquitis invernales y el asma. Recuerdo a ese niño que siempre que salía a jugar se aseguraba de llevar el inhalador en el bolsillo. Cómo en mi etapa juvenil los entrenadores de fútbol no me dejaban jugar un partido completo y cómo mi padre, por mi poca resistencia torácica, nunca me llevo a probar en grandes equipos.
“Siempre con el argumento de que me podía pasar algo”
Cuando conocí el caso de Lucas, un compañero del jardín de infancia de mis hijas, algo me removió por dentro, ya que tanto el asma como las alergias fueron uno de los primeros síntomas que transcendí tomando consciencia del origen emocional de las enfermedades.
La emoción que me viene a la memoria, principalmente, es rabia pero después con los años me permití sacar y abrazar una profunda tristeza, una tristeza que sentía en mi pecho y que no era mía.
Para mí hablar de síntomas es hablar de Desprogramación Biológica.
La Desprogramación Biológica toma la enfermedad como un punto de partida para la evolución de nuestra consciencia, comprendiendo el conflicto emocional y dándole un sentido más profundo. Entendemos que detrás de un síntoma existe un conflicto emocional; algo que es visceral, automático, inconsciente y programado.
El caso de Lucas es similar al mío, al preguntarle a su madre que ¿desde cuándo lo padece?, su respuesta fue desde siempre. Me llevó a su proyecto sentido gestacional o sentido gestacional del alma, esa etapa que transcurre desde que tan sólo somos un pensamiento, una idea en la cabeza de nuestros padres hasta la edad aproximada de los tres años.
Durante todo este tiempo nuestro inconsciente está conectado al inconsciente de nuestra mamá grabando todo lo que le sucede emocionalmente a ella, sus alegrías, sus dramas, sus miedos, sus sueños… Y en una parte más pequeña al inconsciente de nuestro papá, del que grabarás una parte más mental, más racional, las expectativas que vuelca sobre ti y sobre tu madre, la relación entre ellos… Por ello, una pregunta clave que a de plantearse dentro nuestro sentido gestacional del alma es:
“¿Qué o a quién tienen mis padres en la cabeza en el momento en el que soy concebido y durante el periodo en el que estoy en el vientre materno?”
Cuando hablamos de bronquios o bronquitis, biológicamente estamos hablando de territorio, de un “conflicto de amenaza y pánico en mi territorio”. Si le sumamos el asma, hablamos de “me falta el aire, me asfixio en mi territorio”, bien porque no tengo mi espacio, o porque el ambiente de ese aire “es tóxico para mí”
Volvemos entonces al principio; tanto en un niño de tres años como en un adulto con asma desde siempre:
¿Qué conflicto de amenaza o de pánico vive su madre dentro del territorio?
Ahí es donde está la emoción anclada. No aquella que la madre expresó en ese momento en concreto, sino la que se guardó dentro de sí por sus propios juicios, creencias o las heredadas de su árbol familiar, o quizás simplemente porque era la primera vez que vivía esa experiencia y no tenía los recursos necesarios para expresar lo que realmente sentía.
Al preguntarle a mi madre: “cuando estabas embarazada de mí ¿con quién te estabas peleando?, ¿con quién te abroncabas? y ¿qué te daba miedo expresar realmente lo que estabas sintiendo?”
Mi madre comenzó a llorar y muy emocionada me relató una historia de peleas entre abuelos que llegó a enfrentar a las dos familias. Unas peleas y unas broncas que vinieron por sorpresa, que vivió en soledad, que para ella no tenían aparentemente una solución y que quedaron grabadas en mi inconsciente dando vida a mi asma y a mi bronquitis.
Eso es lo que llamamos tomar consciencia y es a lo que acompaño en consulta, enseño en mis talleres, o muestro cuando escribo artículos o grabo un vídeo.
Esa es mi labor, acompañar a la persona para que se haga responsable de su historia, llevarle un recurso para ese momento para comprender esa historia. Que exprese realmente la emoción oculta, para así transcender tanto para la evolución de su consciencia como de su alma.
¿Te animas?